domingo, 27 de febrero de 2011

UNOS RAYITOS DE SOL

El interesado; la mala persona: viejo mañoso. Esa es la imagen que se tiene de Don Miguel: mi jefe.
Me paga poco ; pero a veces pienso que es más de lo que merezco; otras  veces valoro más su trato: de apariencia fraternal; no confío en él. Todo es una farsa para que no lo abandone y siga trabajando como un tonto que regala su trabajo. Varios me lo han dicho: “ es muy tela tu salario”, “no pasa nada”, “dile que te aumente”, “ni una mujer gana tan poco”, “eso te alcanza?...ponte a pensar”
¿Me alcanza?. Si y no. Es fácil adivinar porqué pero hacerlo no es importante.
Y qué cuando he oído: “yo con Miguelón hasta con menos” porque el no te exige; en cambio los otros están que te dicen que te apures , más rápido…y no da ganas de trabajar.
“¡En el vivero de árboles está el dinero¡-repetía optimista mi jefe, mientras conducía su auto-ahí está el dinero; un par de años bien trabajados y, ya no trabajamos más; y cuando alguien nos pregunte porqué no trabajamos, le decimos que por que somos religiosos.”
Todos los días viajamos en el auto blanco, que para variar en su desordenada vida , no era suyo sino prestado por su jefe. ¡ con razón lo sobrecarga como un volquete y me manda a limpiarlo sólo cuando tiene que verse con él.
La mayor parte del tiempo no se dice nada dentro del auto de Miguelón, y se percibe un ambiente silencioso y desagradable; sería mejor hablar algo. Mi jefe a veces, y cada vez más a menudo, a aprendido a encender la radio para escuchar algo más que nuestra respiración.
¡Ay que rico!-pasa una chica de buen cuerpo delante del carro…a veces sonrío; debería reírme como otros o como lo haría cualquiera; pero sólo sonrío: no es tan gracioso para mí, además yo ando en el trabajo con mayor seriedad.

¡Ta buenaza!-otra mujer con grandes atributos. A veces parecen oírle y eso aumenta la gracia; más yo solo atino a sonreír con mayor inmediatez que antes; como si mi madre acabara de morir y estuviera insensible al humorismo.
Y así me pregunto: ¿qué hay de malvado en estas cosas?.
 Hoy plantamos  rayitos de sol; son quizá las flores más baratas del mercado, aunque éstas sean una variedad mejorada.
Serán una vez más las familias acaudaladas quienes disfruten de la bella compañía de estas flores. A los pobres, a menos que seamos jardineros, solo nos espera envidiar un poco más; pues, por muy económicas que sean; serían lo último adquiriría un necesitado. Yo personalmente no las aprecio mucho.
En medio de la plantación calculo contar con unas cincuenta flores, y las jardineras solo necesitan de unas… cuarenta.; pero que hago con el resto? Mi jefe ni yo las queremos, no nos interesan flores tan baratas.
Una señora, la vecina de los ricos. Al inicio la confundí con la empleada, pero solo nos hizo del favor de conseguirnos una manguera.
Esta desconocida entabló conversación con Don Miguel, mientras yo realiza el ajardinamiento.
Recuerdo que alguna vez escuche decir a mi  jefe:”si alguien me dice que le gustan las plantitas; yo hasta se las regalo.”  ¿Será verdad?
Las jardineras y macetas esta ya casi llenas; pero aún me quedaban flores. Y yo podía hacer que las flores sobrasen, faltasen o calzasen perfectamente en una jardinera.
La señora que nos alcanzó la manguera corto la conversación con Don Miguel para acercarse a mí y pedir en tono de súplica:”haz que te sobren…”
Yo podría hacerlo. Era solamente cosa de espaciar más la distancia entre las flores. Pero… si quedaran plantas?, mi jefe no sé a ciencia cierta si  quisiera regalarlas; el-creo yo-solamente las regalaría a los adinerados , por interés.
Aquella mujer no pasaba de ser la empleada; yo se las regalaría, pero en secreto. Si Miguelón me descubriese, no diría nada; solamente desconfiaría mí; aunque sólo sería un poco más.
Yo podría dejar que sobren flores; pero, me comprometería a regalarle a la señora lo que no es mío…!mejor no me complico la vida y hago que todas entren en las macetas.!
La humilde desconocida  me observaba de cerca con no sé que esperanza. Permaneció así  hasta cuando me pareció que ya solo me quedaba un ultimo rayito de sol por plantar.
Disimulando su desesperación, me pregunta la señora:”te va a faltar?”.
En la polvorienta maletera del carro, donde trajimos apiñadamente excesivas cincuenta flores de rayitos de sol; quedaba algo de tierra húmeda , pero ninguna flor.
Me vio regresar de la maletera  con las  manos vacías, y su esperanza parecía derrumbarse lentamente para no dejarse notar.
Mi trabajo ha concluido. Nos vamos. El auto enciende el motor y arranca. Fin de la nuestra jornada.
Al aproximarnos a la esquina Miguelón parece acordarse de algo-“¿han sobrado flores?”- me pregunta. “ni una sola” le respondo como quien sabe calcular y trabajar diestramente.-¡mierda!- susurra.
No decía “mierda” para mí. Se lo decía a sí mismo; porque al llegar a la esquina, parecía perder el valor de mirar a la mujer nos estuvo pidiendo unas flores si nos sobrara. Y al parecer, mi jefe le habría prometido dárselas.
Su consciencia  lo castigaba, “una flor”, “una florcita”. De las miles que manejas a diario, de las decenas que trajiste hoy, de las que te, por ser casero de los viveros, te dan de yapa. Una, solo una.
Quién puede ser tan miserable. Negarse a regalar una flor a una mujer, siendo estas sus más grandes amadoras. Quizás aquellos varones que nos criticaban el trabajo, no tuvieran interés por estas flores; pero, esta mujer, se veía enamorada de ellas. Y la verdad que estas flores, no valían tanto.
Esa casa esquinera a medio construir, sin ventanas ni estuque, y sin una puerta decente, donde no puede decirse que reine nada, porque la soledad no reina ni tampoco el abandono; ésta era su casa.
Rastrillo en mano y sudor en el rostro, esta solitaria madre, retira todo el escombro de la frentera de su muy humilde morada para colocar en su lugar unos bellísimos rayitos de sol o también conocidos con el nombre anecdótico de muchachos solitarios; que adornarán su casa esquinera, de aspecto abandonado. Quizá estaba abandonada esta casa y también esta mujer; quizá se hallaba abandonada por algún hombre malvado como de ordinario sucede. Pero ahora ella tendría unas flores que no la dejarían jamás, que le sonreirían en cada mañana al salir los primeros rayos del sol, y cuando volviera del trabajo la recibirían felices en la puerta de su casa esquinera.
Entre ellas se acompañarían siempre y se contarían cosas femeninas. Las flores nunca se irían; y esta mujer jamás las abandonaría.
Estaban nacidas unas para las otras; pero espero que me crea: “que no me sobraron flores.”


Autor: Acafresna

9 comentarios:

  1. Hermoso cuento...me ha gustado...sigue escribiendo "Acafresna"...

    Atte:
    El Marqués de Solaligue

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  2. Fenomenal ,cuentos asi son para resaltar ojala sigas publicando.(pero quien es "Acafresna"?).

    /Hideki/(muriendose de frio xD)

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  3. "Acafresna"...es un misterio....

    Atte:
    El Marqués de Solaligue

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  4. habeis dado muy cerca al clavo tio
    q envidia q no se me haya ocurrido a mi ^^
    espero leer más de su pluma

    Va el "Renacuajo" atento
    a tu cuento ^^

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  5. Amigo Renacuajo, esperamos más de tus escritos...
    y a vos "Acafresna"...felicitarte...interesante cuento y mucho más cuando se trata de Flores...yo sospecho que "Acafresna" es el amigo Murakami...Jhiaaaaaa...

    Atte:
    El Marqués de Solaligue

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  6. Aja eso mismo pensaba en el camino , seguro es el "Chinito Tayiri".

    Atte: "Hideki".

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  7. Bueno regrese a aqp asi que a publicar de nuevo.

    "Hideki".

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  8. por favor, podrian , los que comentan, resumirme este cuento? un resumen por favor.
    muchas gracias.

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