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Hatsumi había despertado una parte de mí que llevaba largo tiempo durmiendo. Al darme cuenta, me sentí tan triste que se me saltaron las lágrimas. Ella había sido una mujer excepcional. Alguien hubiera debido salvarla.
Pero ni Nagasawa ni yo pudimos hacerlo. Hatsumi —como habían hecho muchos conocidos míos—, al llegar a cierto estadio de su vida, decidió sin más terminar con su existencia. Dos años después de que Nagasawa se marchara a Alemania, Hatsumi se casó con otro hombre y, pasados dos años, se abrió las venas con una cuchilla de afeitar. Fue Nagasawa quien me comunicó su muerte. Me escribió desde Bonn. «Con la muerte de Hatsumi, algo se ha perdido para siempre. Su pérdida es insoportablemente triste y amarga, incluso para mí.» Rompí la carta. Jamás he vuelto a escribirle.
Atte
El Marquès de Solaligue
(Extraìdo de la novela Tokio blues (Norwegian Wood) de Haruki Murakami).
Integrada por estudiantes de la facultad de “Filosofía y Humanidades” de la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa. Nuestro propósito es establecer una forma diferente de contemplar el panorama literario desde sus disímiles variantes. Cada paso cada huella deja en el tiempo una esencia impermeable que hace del hombre la señal viva de todo cambio.
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Que desenfadado , la muerte apena a cualquiera mas si fue la de una amante .
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