martes, 4 de diciembre de 2012

Estancia pretérita


Escrito por Vignart Edson Cabrera Solaligue


Vamos camino hacia el pasado, otorgando caricias a los reflejos dorados de la tarde. Junto al parque de sauces llorones está la estancia pretérita donde se muestran, como en un álbum familiar, fotos de un verano que fue y no será; una primavera holgada y serena; un otoño de vientos juguetones; un invierno de resonancias fúnebres; semblantes eternizados bajo el mismo sol, sobre el mismo suelo que a hora arde.

La cámara de los hermanos Vargas, semeja un acordeón gigante, impertérrito a través del tiempo. Su magnificencia me traslada a otra época, Día de cometas (1930), hombres con trajes grises contemplan el vuelo de aves extrañas sujetadas por diferentes hilos, los encargados de ejecutar tales hazañas son niños felices que corretean en blanco y negro de un lado a otro.

Hermosas Damas manifiestan su poética hermosura, quedo hipnotizado al contemplarlas, María Luisa Romero, Mujeres en el patio, Vírgenes del sol (1915 – 1916); Belleza de mujeres, Srta. Florencia Rivera, María Aranguis, Sara de Ticuzzi (1925);  Isabel Sánchez Osorio, Rosalinda Braide (1926). La fotografía de Sara de Ticuzzi es la que me deja prendido, sentada en una silla  luce un vestido blanco, su mirada seductora de otro tiempo me transporta al ensueño.

Arequipa es retratada como un oasis, sus calles, sus plazas, sus puentes guardan secretos mágicos. La exaltación de los tres volcanes, resaltando el Misti cual impetuoso guardián de la ciudad, desbordan la imaginación. Me siento como el personaje principal de Media noche en París invitado a la aventura del baúl de los recuerdos. Una nostalgia no sé de dónde, ni sé por qué surge en mi alma, tal vez por aquel tiempo no vivido que lo miro triste desde aquí distante.

De todas las fotos, Velorio del niño Uhízar (1925), es la que me impresiona más. Esa forma de retratar a la muerte, quizá los hermanos Vargas pretendían capturar la belleza mortuoria, o quien sabe, la estación desconocida a través de los ojos desorbitados del infante quien cubierto por pétalos de rosa, inmóvil e inerte, resplandece fulgores inhóspitos.

Los sauces lloran al son de un Cortejo fúnebre (1918). Cerca al ocaso dejamos la estancia pretérita, ese habitáculo imperecedero con sus imágenes históricas. Una fina garúa lo embellece todo, mientras a cuestas llevamos la noche, el silencio, la nada, oyendo la sinfonía del viento fusionado con el interminable estentóreo de bocinas. Arequipa (2012), otra forma de expresar nuestra vivencia bajo el mismo cielo, sobre el mismo suelo que antaño blandía su enérgica ventura.

                             
                                http://www.youtube.com/watch?v=_sl3MWjNwtI

1 comentario:

  1. Hermosa vista literaria en tributo a los inicios del siglo XX arequipeño...Felicitaciones Vignart Edson Cabrera Solaligue

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