Últimamente,
al terminar de leer cualquier libro, pienso en las Ficciones de Borges, en particular Ruinas circulares. La sensación de irrealidad inscrita en el cuento desde una prosa estética
y metafísica, me persigue desde que dolorosamente acabé sus líneas. Esta
sensación se acrecentó hace unos días cuando llegó a mis manos y di término en
unas horas a una novela de Juan Marsé. Tal vez me animé a leerla vorazmente al
olvidar momentáneamente que era una tarea impuesta en nuestro curso-taller de
literatura española o quizá surgió en mi, un afán intenso por desentrañar el
porqué del título sugestivo que posee: La
muchacha de las bragas de oro.
Lo cierto es, que uno se siente
extraviado en estas páginas, confundido como en el cuento del escritor
argentino, entre lo que debe creer real o irreal. Remarcando el hecho que de
entrada nos encontramos ante una ficción. La frontera de estas dos realidades
nos es presentada por la literatura que propone Marsé como una sucesión de
desencuentros entre —dentro de la novela— lo irreal y lo real, a manera de que estuviéramos
ante la presencia de una sucesión de sueños atizados por encuentros aguijoneados
de ribetes históricos y satirizados sobre la propia biografía del a veces
narrador-personaje.
Tanto en el relato de Borges como en
la novela de Marsé, el desenlace es una afrenta a lo que sus personajes
consideran “real”. Entender que uno es soñado por otro, o estrellarse de cara
con la macilenta crueldad de invenciones literarias que han tomado forma en lo “real”,
debe ser un episodio psicológicamente devastador. Algo no previsto en Ruinas circulares; pero que se puede intuir. Sin embargo en La muchacha de las bragas de oro, se nos
enfrenta con este choque en la escena final, donde un impotente Luys Forest no
puede asestarse el golpe final que lo libere de esta inhumana epifanía.
Me animo a creer que el titulo de la
novela, no sólo se deba a las bragas doradas y transparentes de la sobrina de
Forest: Mariela; si no se correspondan con un recurso metafórico usado por el
autor. Si el titulo seductor de la tapa me atrajo de sobremanera en un primer
momento, es con el transcurrir de la novela que se devela el carácter erótico
en sus líneas; éste es matizado con una historia atrayente y como vimos líneas arriba,
capaz de confundir nuestros límites sobre lo ficcional dentro de lo ficcional,
es decir lo metaficcional.
Asistimos a las correcciones sobre la biografía
maniatada de “tío Luys”, quien encuentra en su “sobrina” una persona que rompe
con la soledad y el vaho cansino de su casa de playa. Las bragas como ya
adivinaran son consecuencia de la mezcolanza en que se encuentra atrapado
Forest. Cuando él se encuentra con las bragas colgadas en el balcón, siente esa
tibieza extraña premonitoria del deseo. La sucesión de hechos que lleva al
encuentro incestuoso, se nos presenta como una repetición de la noche lluviosa
en que nuestro amigo encandiló a Mariela
madre—un par de décadas antes— con
una botella socarrona de whisky. Son las bragas doradas, que nunca lleva
puestas Mariela hija, las que
empiezan a develarle el misterio y enfrentarlo con la “realidad”.
Escrito por Hideki.
Escrito por Hideki.
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