viernes, 30 de noviembre de 2012

Revelaciones doradas


Últimamente, al terminar de leer cualquier libro, pienso en las Ficciones de Borges, en particular Ruinas circulares. La sensación de irrealidad  inscrita en el cuento desde una prosa estética y metafísica, me persigue desde que dolorosamente acabé sus líneas. Esta sensación se acrecentó hace unos días cuando llegó a mis manos y di término en unas horas a una novela de Juan Marsé. Tal vez me animé a leerla vorazmente al olvidar momentáneamente que era una tarea impuesta en nuestro curso-taller de literatura española o quizá surgió en mi, un afán intenso por desentrañar el porqué del título sugestivo que posee: La muchacha de las bragas de oro.
            Lo cierto es, que uno se siente extraviado en estas páginas, confundido como en el cuento del escritor argentino, entre lo que debe creer real o irreal. Remarcando el hecho que de entrada nos encontramos ante una ficción. La frontera de estas dos realidades nos es presentada por la literatura que propone Marsé como una sucesión de desencuentros entre —dentro de la novela— lo irreal y lo real, a manera de que estuviéramos ante la presencia de una sucesión de sueños atizados por encuentros aguijoneados de ribetes históricos y satirizados sobre la propia biografía del a veces narrador-personaje.
            Tanto en el relato de Borges como en la novela de Marsé, el desenlace es una afrenta a lo que sus personajes consideran “real”. Entender que uno es soñado por otro, o estrellarse de cara con la macilenta crueldad de invenciones literarias que han tomado forma en lo “real”, debe ser un episodio psicológicamente devastador.  Algo no previsto en Ruinas circulares; pero que se puede intuir. Sin embargo en La muchacha de las bragas de oro, se nos enfrenta con este choque en la escena final, donde un impotente Luys Forest no puede asestarse el golpe final que lo libere de esta inhumana epifanía.
            Me animo a creer que el titulo de la novela, no sólo se deba a las bragas doradas y transparentes de la sobrina de Forest: Mariela; si no se correspondan con un recurso metafórico usado por el autor. Si el titulo seductor de la tapa me atrajo de sobremanera en un primer momento, es con el transcurrir de la novela que se devela el carácter erótico en sus líneas; éste es matizado con una historia atrayente y como vimos líneas arriba, capaz de confundir nuestros límites sobre lo ficcional dentro de lo ficcional, es decir lo metaficcional.
             Asistimos a las correcciones sobre la biografía maniatada de “tío Luys”, quien encuentra en su “sobrina” una persona que rompe con la soledad y el vaho cansino de su casa de playa. Las bragas como ya adivinaran son consecuencia de la mezcolanza en que se encuentra atrapado Forest. Cuando él se encuentra con las bragas colgadas en el balcón, siente esa tibieza extraña premonitoria del deseo. La sucesión de hechos que lleva al encuentro incestuoso, se nos presenta como una repetición de la noche lluviosa en que nuestro amigo encandiló a Mariela madre—un par de décadas antes— con una botella socarrona de whisky. Son las bragas doradas, que nunca lleva puestas Mariela hija, las que empiezan a develarle el misterio y enfrentarlo con la “realidad”

Escrito por Hideki.

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