viernes, 14 de diciembre de 2012

Causas y Azares


Escribir de un buen libro, es como recordar una canción excepcional, de esas que marcan una época en tu vida y que arrastras hasta que por trajín del tiempo, la olvidas. El olvido o su ejercicio: el olvidar, es una excursión situada en momentos y circunstancias determinadas por las causas y el azar. No todo se extravía en las arenas borrosas del tiempo, ni todo se recuerda tan nítidamente como en las fotografías. De ahí quizá, devenga el hecho de que relacionemos libros, sentimientos y personas con algo tan cotidiano como una canción, un objeto, o un olor.
            Pienso en el titulo de una novela: La muchacha de las bragas de oro de Juan Marsé y al instante recuerdo una canción de Silvio Rodríguez: Causas y azares. Es una relación extraña; sin embargo los encuentros entre la novela y la letra de la trova son parecidas. Marsé nos relata la historia de un escritor (Luys Forest) sumido en la abulia de tener que reescribir su propia vida y llenarla de episodios ficticios. Éstos configuran las causas, esas que el trovador cubano supo explicar bien en un par de líneas: Y las causas lo fueron cercando/cotidianas, invisibles. Las causas lo absorben y lo enredan en lo cotidiano. Lo confunden, porque a pesar de la intrusión de su sobrina, él ve relegado al tiempo en su estancia, (su casa de playa) donde parece haberse detenido para tornarse invisible. Estas causas pasan a ser elementos subyugados por el azar, y por la correlativa mezcla de realidad e irrealidad que despliega Luys Forest y que lo llevaran a un trágico e irreversible final; pues las causas lo andan cercando, cotidianas, invisibles. / Y el azar se le viene enredando/ poderoso, invencible. Es un hecho cotidiano el que relaciona ambos discursos y que aturde la memoria, al extremo de confundir a nuestro personaje. Él es un ser, —como muchos—victima de las causas y el azar.
            Paint it, black (Rolling Stones) me recuerda a Mariana el otro personaje desarrollado por Marsé en la novela. Fuerte en los momentos donde expresa sus sentimientos encontrados, como cuando recrimina a su tío por haber echado de casa a su novia; y sin embargo débil al mostrar rechazo hacia el mundo que la rodea, sumisa al revelarse contra éste porque es desterrada de su casa en Ibiza, y resulta una paria. Veo a la gente volteando y enseguida olvidando/Como un niño que nace, es algo que pasa a diario. A pesar de su sensualidad, parece por momentos una persona sombría y solitaria, Miro dentro de mí y mi corazón es negro/ Veo mi puerta roja, debo pintarla de negro / Quizás así me desvaneceré y no tendré que afrontar los hechos/ como si el mundo entero estuviera fuera de su rango, y sus únicos contactos con él fueran sus ocasionales novias o novios. Su relación carnal con éstos la enviste de nuevos ánimos para realizar una biografía a “fondo” de su—ella no lo sabe— propio padre. Mariela es un constructo interesante como personaje; atractiva, sensual, nos atrapa más por su ansia incestuosa que por su bisexualidad abierta. Sin embargo impresiona por su afán disciplinado en el periodismo, del que prueba ser una representante tenaz y obstinada, que llegará a develar y confundir los secretos de tío Luys.
            Como en toda lucha con la memoria, terminamos por confundir los roles y nos adentramos en la construcción de los personajes, que, en el constructo mismo de la novela. Relacionamos todo con algo perceptible, propio del día a día, como es una buena canción de rock o una construcción sublime de trova.  Porque como los personajes de La muchacha de las bragas de oro, somos seres sumisos y nos ensimismamos en nosotros mismos para escapar del mundo que nos rodea, o luchamos contra él desde nuestra posición, con palabras o actos, sin embargo al final de todo, terminamos siendo subyugados por las invisibles causas cotidianas del azar; esas que nos hacen olvidar.
            Cuando acabe este verso que canto / yo no sé —yo no sé, madre mía— / si me espera la paz o el espanto, / si el ahora o si el todavía. /Pues las causas me andan cercando, cotidianas, invisibles. /  Y el azar se me viene enredando /  poderoso, invencible.

Escrito por Hideki.

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